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lunes, 20 de septiembre de 2010

Al contrario que España, Obama apuesta por la obra pública contra la crisis

El Gobierno se encontró en 2009 con una situación explosiva. La economía estuvo a punto de implosionar y con ella hundir todo el Estado. Se optó como única solución -y la más cómoda- por aumentar el déficit público para parar en la medida de lo posible el golpe.

El problema de una medida como esa es que el Estado queda hipotecado para los años siguientes. En una situación de crisis leve, no tiene demasiada importancia porque la economía vuelve a crecer rápidamente. Pero en la crisis actual, de larga duración, el Estado ha gastado la única bala que tenía a su disposición, y en 2010 han venido los recortes.

Unos recortes que tienen únicamente como objetivo reducir el déficit público para evitar la bancarrota pero no ayudan a salir del problema. No crean un sólo empelo. No salvan una sola empresa viable. Sólo dan un poco de oxígeno a un Gobierno que como un boxeador sonado, espera que le salve la campana.

En este contexto, el recorte de la obra pública es doblemente dramático y dañino. La obra pública es la receta que han usado todos los gobiernos el mundo para salir de las grandes crisis, y más si van acompañadas de destrucción de empleo. Barack Obama acaba de aprobar importantes inversiones en este sentido ante la amenaza de estancamiento de la economía norteamericana. España es el país del paro, y era, hasta hace poco, el país de la obra pública.
Con los recortes, ahora ya es sólo el país del paro.

Pero tenemos buenas noticias. La tendencia es positiva. No por nuestros méritos, si no, como en las otras crisis anteriores que han sacudido a España, por mérito del resto de paises europeos. La Unión va a terminar 2010 con claros síntomas de recuperación, especialmente Alemania, y a su rebufo, nosotros poco a poco iremos saliendo del pozo. Ya pasó en los años 90.