De las 10.400 toneladas de residuos de construcción y demolición (RCD) que se producen cada día en el colombiano valle de Aburrá solo el 10 por ciento (1.400 toneladas) se reciclan para producir agregados o triturados. El resto va a va a escombreras legales e ilegales, e incluso a los cauces de ríos. Así lo reveló un estudio de la Universidad Nacional publicado en el 2009.
Ese panorama fue el que inspiró a Erika Mejía a dedicar la tesis de su doctorado en Biotecnología en la Nacional en hallar qué hacer con estos residuos y cómo darles un agregado ambiental.
Si en paredes y muros brotan plantas como las asteráceas, era factible que el cemento tuviera elementos que lo hacían posible.
“Empezamos a evaluar las composiciones del concreto, que es una roca artificial y nos dimos cuentas que contiene nutrientes como el calcio, sílice, magnesio y manganeso, que son los mismos que se requieren para los procesos de restauración de suelos, como los afectados por la minería, pues ayudan al crecimiento de las plantas”, precisó Restrepo, quien también es docente en la Universidad San Buenaventura.
Jorge Iván Tobón, doctor en Ingeniería y codirector del grupo Cemento y Materiales de la Construcción, afirmó que es un proyecto pionero en el mundo porque no hay procesos de restauración de ese tipo. Se hacen para recuperar propiedades físicas y químicas, pero no para liberar nutrientes y mejorar propiedades biológicas del suelo.
“Normalmente no se extraen esos nutrientes que son vitales para el desarrollo de las plantas porque están dentro de los residuos y no son solubles en el agua. Por eso estamos solubilizando, aprovechando unos microorganismos. De esta manera ese material, que ya está contaminando, puede ser aprovechado en la recuperación de suelos que han sufrido remoción de la capa vegetal”, explicó Tobón.
La meta de los investigadores en construir un ciclo cerrado sostenible para que los residuos vuelvan a su lugar de origen, en vista de que los suelos urbanos o los degradados por minería no tienen las características naturales, los nutrientes, ni las condiciones para que las plantas se establezcan.
Recuperar el 100%
Aunque en España, Brasil, México, e incluso en Bogotá, hay plantas de reciclaje bien establecidas para los RCD, según Restrepo estas industrias solo utilizan las partículas inferiores a los 4 milímetros, que son aproximadamente el 40 por ciento de esos residuos y, por eso, el principal reto es hallar un proceso que permita usar el otro 60 por ciento.
“Estas estructuras se hacen para que sean perdurables en el tiempo, por lo que son muy estables a las condiciones de temperatura. Hemos visto en laboratorio que hay microorganismos (Aspergillus niger, Mortierella sp., Penicillium sp.) que se encuentran en el suelo y que son capaces de que las plantas puedan tomar los nutrientes”, agregó la investigadora.
Una vez ese mecanismo esté perfeccionado será usado a escala de invernadero con un suelo degradado para mirar cómo se da el proceso de restablecimiento vegetal.
Otro hallazgo importante es que estos residuos tienen una capacidad similar a la de la cal para regular el PH, que es la medida de que tan ácido o básico es un elemento. Restrepo explicó que la escala va de 0 a 12, y si es infererior a 5 presenta problemas para el establecimiento de las plantas porque va a tener toxicidad con elementos como el aluminio. El estado ideal es entre 5 y 6, pues si el PH es muy básico también tendrá toxicidad por otros elementos.
En el 2004 se producían en el valle de Aburrá 2.500 toneladas día de RCD, pero cinco años después se presentó un crecimiento del 400 por ciento. Los investigadores creen que el crecimiento demográfico y el auge de la construcción han multiplicado esa cifra en los últimos cinco años y que por eso este proyecto no es solo útil para los constructores sino para las organizaciones que velan por el medio ambiente.