La tendencia de recuperación de nuestra economía sigue manteniéndose con fuerza y el lento resurgir de la industra de la obra pública y la construcción comienza a dar señales de ser una realidad.
Sin embargo, la profundidad del hundimiento de la actividad durante los pasados años y el efecto devastador en el tejido empresarial del sector han dejado daños graves que será muy difícil restañar. Nadie sabe cómo será el sector de los áridos en los próximos años con certeza, pero lo que es seguro es no nunca será como antes del tsunami de la crisis.
Precisamente ese, el dilucidar las tendencias, reformas, y avances, que nos esperan, es uno de los grandes atractivos de este IV Congreso, que lleva el acertado título de “Construyendo un futuro sostenible”. El título es acertado porque hemos comprobado na vez más en la caótica historia de España, que el futuro es impredecible, y que no se puede correr permanentemente el riesgo de depender de “la coyuntura”. El futuro, para que no sea una pesadilla, debe construirse, activamente, cada día, con una hoja de ruta clara y sensata, para que sea suficientemente próspero y que esa proseperidad se mantenga en el tiempo, “sea sostenible”.
Si el crecimiento de la producción de materias primas para la construcción en España era anormalmente alto con respecto a las grandes economías de Europa, en los años de burbuja, no lo fue menos -incluso lo fue más- su caída en los años siguientes.
El verdadero objetivo de la sostenibilidad es que no acumule y disuelva la riqueza en un ciclo disparatado, y alcanzar un nivel de actividad medio, con un crecimiento bajo pero estable, como sucede en cualquier sector saludable de una economía desarrollada.
Un proveedor de materia prima como el productor de áridos, tiene un margen escaso para evitar el vértigo. La demanda es caprichosa. Sin embargo sí es posible avanzar hacia formas más eficientes de producción, diversificar, mejorar la estructura empresarial, y participar activamente en la promoción de los nuevos equipos y sistemas para el cambio.